“Aquel día fui a visitar al artista a su estudio. Allá se encontraba terminando una figura empleando sus conocidísimos tonos dorados. Al cabo de una media hora, durante la cual no medió palabra, me atreví a romper su silencio preguntándole:
-“¿Qué sientes, Melgarejo, antes de comenzar a pintar? ¿Qué existe en tu mente? “
Él me miró sereno y paró de mezclar la pintura en la paleta; y me respondió tras unos segundos:
-“Cuando pinto no existe nada en mi mente, solo en mis manos. No pienso; hago. No miro; siento. Soy una marioneta de la musa, a la cual no puedo controlar. Quien pinta no soy yo sino ella”.
Melchor Ibor
(Crítico de arte)